19 mayo 2011

Un 19 de mayo

Un 19 de mayo. Pero no uno cualquiera. Hace ya 5 días desde que empezó a pasar algo. Escribo hoy desde ese sentimiento que tiene aparentemente gran vocación de futuro. Hoy el Aguafiestas son miles y están en la calle. Se llaman indignados, se llaman revolución. 

Llevo ya varios años portando el otro sentimiento. El de aquel que se pega conscientemente contra un muro invisible de desidia y molicie, el de aquel que trata de ver que no está sólo en medio de una excesiva comodidad, falsa y malsana, de mediocridad y cerebros apagados. Por eso hoy el sentimiento es extraño. Imagino que el de los enemigos del pensamiento crítico debe de ser también difícil de describir. 

Desde hace cinco días, en un mayo que no es otro cualquiera, los aguafiestas son miles y los acomodados no parecen cavar un hoyo para protegerse en la seguridad de los ojos cerrados. Desde hace cinco días la gente quiere crecer por sí sola, hacer uso de su responsabilidad cívica y decidir. Simplemente decidir, porque el mundo en el que vive no es nada sin él, y menos aún lo es en manos de la infamia política y empresarial en que vivimos. Y aunque la infamia se vista de democracia, al final hiede.

Y esto es emocionante. La historia se escribe con acción y critica, con pueblo y con insistencia. 

La política nos rodea, lo que está sucediendo no es la negación de la acción política, sino la afirmación de la verdadera reacción democrática a un sistema que no lo es, apenas el nombre le acompaña. La democracia española existe, sí, y por eso se levanta en forma de gente para que dejen de desmantelarla. Es la lucha por seguir siendo, no la irresponsabilidad para desmontarla. 

Los miles de indignados que salen a la calle un mayo como éste son la esencia de la democracia, decenas de formas diferentes de pensar, miles quizá, una por cada individuo que forma algo distinto a la masa. Por eso sus reivindicaciones pueden parecer confusas, difusas en un sistema que le pide significarse como lo harían en otro siglo. Pero hoy, en el futuro, en el mayo de 2011, la única significación es la de la democracia, la del poder real de aquellos que forman individualmente el pueblo. El pueblo y no el mercado, la verdadera razón del contrato social.

Y hoy también la batalla es interna, repeler a los que tratan de utilizar la energía espontánea de miles de personas en su favor. De introducir sus ideales parciales y antiguos, sus banderas, sus símbolos y sus heridas históricas. Las dos rancias Españas están ahí dentro, en nuestra memoria, pero lo que hoy ocurre, en un mayo como éste, está muy por encima. Está en el futuro. Una revolución de internet no puede ser mediatizada por ideales del siglo XX, por miedos y peleas arcaicas. Somos diferentes, somos seres individuales, somos seres de otro tiempo en el que anarquismo, liberalismo, izquierda, derecha o bandera, suenan a viejas pesadillas. A monstruos que se encuentran en el camino, pero nunca serán la solución.

No se quiere acabar con la política, se quiere acabar con la mentira y empezar de una vez con el futuro. Y esto nos une, sin excepción. En lo que nos une se basa el futuro de esta huella que estamos marcando a fuego en la historia, y nada más. 

Desde este punto exacto de mi existencia os escribo hoy, un 19 de mayo, extrañado por la luz que lo envuelve. Es distinto, ¿lo notáis? Es otra cosa. Es lo que decidamos entre todos por el bien de la democracia y de los individuos que la forman, y no por el de la macroeconomía, la seguridad nacional o la estrategia geopolítica. Es lo que necesite el ser humano y el planeta que le rodea, y no la Bolsa, el mercado o la deuda externa. Es lo que dice realmente la democracia y no los partidos que se apropian de ella con una ley electoral injusta, y no lo que la soberbia de unos políticos acomodados, acostumbrados a malear el pensamiento de sus votantes con miedo y poder, deseen hacer para perpetuar su existencia. 

En mayo de 2011, no un mayo cualquiera, empieza otro episodio de la historia, en el que por fin nos responsabilizamos de nuestro tiempo, entre todos. Unidos con fuerza en lo que nos une y nada más. Nos vemos en el camino. 

Eduardo Moreno Navarro

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