04 mayo 2011

Lugares (2ª parte)

...Aquellos lugares, decía, me inspiraban, conseguían sostener en el límite la actividad racional de mi mente controladora, anhelante de conocimiento, de sabiduría. En plena posesión de mi juventud recién estrenada pretendía desentrañar la verdad de cada ínfimo rescoldo de existencia que se presentara ante mí. Y allí, en aquel paréntesis de la ciudad o en el inicio de una verde barranquera cercana al pueblo de mi padre donde solía esconderme en los interminables veranos de la adolescencia, pretendía aprehenderlo todo a distancia, como si aquellos árboles fueran realmente antenas receptoras de energía omnisciente.

El tiempo, esa Casandra despiadada, acabó confirmando mis sospechas, allí no había nada de lo que busqué entonces. Más que nada porque aún no tenía ni la más remota idea de lo que tenía que buscar, y en mi ignorancia más profunda ocurría lo peor: yo pensaba que sí. Recuerdo aquel páramo soriano cerca de la provincia de Guadalajara. La tierra roja como la sangre, el aire implacable y seco a través del follaje. Los sonidos quedos de los movimientos prófugos de los animales, el arrullo del vacío de cualquier otro sonido humano… y la promesa de la ancestral sabiduría encerrada entre las madrigueras de conejos y las charcas de renacuajos. Y después, nada. Nada que llenara la rancia necesidad humana de poseer, aunque sea una respuesta, un porqué. Absolutamente nada que saciara aquella sed. Y aún así, como en el Parque del Oeste armado de un libro, también allí se quedaba en mí el poso de la satisfacción, la necesidad de volver. Aún hoy regreso aunque sea con la imaginación en lugar de la bicicleta, como si se tratara de un lugar icónico al que recurrir casi religiosamente. Y es que rodeado de aquellos árboles, de aquellos sonidos, mientras la mente mantenía aquellas batallas dialécticas perdidas, sin saberlo se alimentaba algo distinto. Algo que no se explica, que no se controla, que no tiene un porqué. Algo que seguía creciendo por algún recoveco de mi personalidad, mientras mi razón le daba la espalda preocupada por encontrar la clave de la trasmutación del caos en algo que pudiera meterse en una fórmula matemática...

No hay comentarios:

Publicar un comentario