28 abril 2011

El Estudiante (2ª Parte)

...Quizá por eso nunca abrimos la puerta, nunca nadie se acercó a su mesa para interrogarle y desvelar el enigma. Los enigmas, en ocasiones, cumplen su función manteniéndose en su lugar, en su esquina del mundo, dándole profundidad a un excesivamente plano devenir de lo cotidiano. Aún así algo de mi espíritu científico hacía que en ocasiones me acercara a ese abismo, me incitaba a observar la rendija de la caja de Pandora, pasar mi mano por el pestillo de esa habitación prohibida sin atreverme a romper su magia, a enterrarla quizá. Por este afán contradictorio de conocimiento un día decidí cambiar mis hábitos y sentarme en la mesa de al lado. Ya había comenzado a subir la escalera que me llevaría a la parte alta de la biblioteca, donde me esperaba mi lugar habitual, cuando un reflejo me hizo parar entre dos escalones. Estudiando un par de gruesos tomos indescifrables se encontraba él, como si el tiempo se hubiera detenido en aquel rincón de la sala y dejara ver una imagen congelada del pasado. Uno de los libros llamó mi atención, casi podría decir que me cegó en aquel instante. Su oscuro lomo brillaba a la luz del fluorescente como si el cuero que lo envolvía tuviera una brillante y oscura luz propia. Toda esa desproporción de contrarios apareció en mi mente en tan sólo un paso, creo que aquello fue lo que me detuvo. Miré hacia arriba y pude observar el gesto extrañado de Manu, mi compañero de batallas con la neurociencia, que esperaba armado con un libro de un tal Luria. Le sonreí y di marcha atrás, busqué el lugar adecuado bien cerca de aquel libro de apariencia irreal y me senté. Durante unos instantes no hice nada más que observarle, enfrascado en su lectura, sin sacar un libro, aferrado a mi mochila y con el corazón desbocado por algún capricho de la imaginación. Durante ese tiempo levantó varias veces la cabeza, hizo gestos reflexivos, tomó algunas notas en su cuadernillo, rehizo su postura e incluso inició un amago de bostezo velado por una mano blanquecina adornada por un anillo de color marfileño, pero en ningún momento pareció percatarse de mi tensa mirada fija, como si aquella ventana del tiempo solamente estuviera abierta en dirección al pasado…

01 abril 2011

Despertar

Un claroscuro,
entre las sábanas.
Un claroscuro de espuma
que llena de alma la boca,
que llena de duda el futuro, de piedras.
Un claroscuro, de carne, de tela, de lluvia,
que enturbia las cosas
que las inunda.
Un claroscuro, de manos, de uñas…
que llena de hoy el mañana si tú existieras.

Voy a sembrar de espejos la ribera
para encerrar el curso entero de tu reflejo
para abrazarte entera con esta tierra.
Voy a cubrir de piel toda esta espera
mientras el río se convierte en viejo,
mientras tu tacto irreal aún estremece,
mientras el sueño se me desteje
con esta luz que ahora me ciega.