19 noviembre 2011

Reflexión para un nuevo presidente

Dice Rajoy, desde su atalaya de privilegios como presidente de la diputación provincial de Pontevedra en 1983, que en aquellos tiempos donde acababa de llegar un todavía aparentemente socialista PSOE, empezaba a primar una preocupante cultura de la igualdad. En un mundo desigual, donde todos somos diferentes por genética, unos políticos cegados por la moda imperante, aparentemente comenzaban a sembrar España con el virus de la justicia social (y repito lo de aparentemente porque el tiempo ha demostrado que las doctrinas de Rajoy estaban también en el fondo real de la política "socialista" y treinta años después lo seguimos viendo claro). 

Poco después Rajoy se desmarca un poco más hacia la derecha con un nuevo artículo en El Faro de Vigo que titula directamente La envidia de la igualdad. Por si había dudas sobre el plumero ideológico clasista que escondían sus anteriores afirmaciones. en ambos artículos el fondo es el mismo: no somos iguales, y la naturaleza nos distingue reafirmando a aquellos que están mejor dotados para alzarse entre las copas de la jungla social y económica. 

A pesar de que este discurso parezca anticuado, superado incluso por la ciencia, y de que ningún político presidenciable, ni siquiera alcaldable, se atrevería hoy día a hablar claramente sobre ello, éste es el discurso interno de muchos de nuestros prohombres. No hace falta ser de derechas o de izquierdas, porque realmente, este espíritu neoliberal salvaje (salvaje sobre todo por lo que tiene de vuelta a la selva primigenia, pero con corbata de Armani, eso sí), no se basa en ideologías filosóficas profundas. La verdadera base de esta idea se encuentra en las habitaciones del Palace donde duermen los diputados, las alabanzas y regalos con los que se desayunan los presidentes de diputación, la sensación de vértigo a la que se vuelven adictos aquellos que obtienen el poder político o económico. Y llegar a ese punto, salvo honrosas excepciones, nada tiene que ver con Darwin (cosa extraña que los nuevos liberales de derecha sean tan darwinistas en el escaño y tan creacionistas ante el púlpito). Hartos estamos de ver señores bajitos con mala leche en el poder, preguntándonos mientras cómo es posible que un tipo, al que se le pega psicopatológicamente el acento tejano en dos días, sea presidente de gobierno.

Desde mi punto de vista, y puedo estar equivocado Señor posible nuevo Presidente de esta patria nuestra que tanto se empeña en vacilar, las afirmaciones de Rajoy hace casi treinta años, (las mismas que hoy mantienen él y sus amigos de bipartidismo en sus charlas íntimas de media noche), parten de una idea equivocada, de una idea de casta. Su falsa creencia de que el más dotado permanece, de que de el emprendedor (ya entonces hablaba de ello, ¡cuánta insistencia!) será el reino de los cielos macroeconómicos, surge de su deseo de mantener el privilegio que la mentira, la manipulación y la injusticia histórica le han otorgado. 

Además, y que esto sirva de reflexión para este día de ídem 19 de noviembre de 2011, ¿Para qué sirve entonces el contrato social si ustedes los liberales tan sólo quieren que se regule la cosa pública para impedir a los homosexuales que se llamen matrimonio? Pues yo se lo digo, y quizá le de ideas para aprovechar que va usted a la Moncloa probablemente, (creo que ya ha cogido el billete de Metro para ir adelantando). Ya que puede ser presidente, en lugar de dedicarse a desmontar el chiringuito, (que parece algo triste para un dirigente que ha sido elegido para estar al frente de un barco, no para hundirlo), trate de fortalecer nuestras instituciones, de construir un estado fuerte con unos poderes y empresas públicas solventes, destinadas precisamente a sacarnos de la selva, a darle sentido a la sociedad y no a convertir la existencia de estos españolitos en una carrera de emprendedores con el machete entre los dientes. Denos usted un futuro, y nosotros nos aseguraremos de construirlo emprendiendo sí, pero emprendiéndo juntos sin tirarnos de los pelos. Vamos, haga usted un gobierno democrático, que es en realidad lo que le pido, no parece demasiado. 

Sí, sé lo que estáis pensando. Pero es que los que sabemos que en este planeta todos somos diferentes genéticamente, pero que vale la pena luchar por ser iguales socialmente, tenemos estas cosas. Nos da por creer en el ser humano, aunque no entienda su propia letra y tenga escrita en la frente la frase 'no eres como yo'. Aún así, seguimos soñando.


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